Diría que hay
muchas personas que no pueden hacer más de lo que hacen, les asfixia la rutina
diaria, los niños, el trabajo, las tareas de casa, y no tienen otra ocasión de
dedicarse tiempo a sí mismas antes de derrotarse por el cansancio de la
jornada.
Conozco a
muchas personas así, quizás yo, mi mujer, tú que me lees, seas otra más. Pero
una de ellas me ha sorprendido con gran admiración. En su rutina y carga diaria
ha encontrado tiempo para darse a los demás, en aquello que no es cómodo. Ha
decidido ser distinta, darle valor a su vida, más allá de la voluntad firme de
ser una buena madre y una buena esposa.
Es de esas
personas que siente un barrunto en su interior, una llamada para darle mayor
sentido a su vida, y no se ha hecho socia de un Museo, ni de un grupo de música
regional. Ha traducido las palabras de la Madre Teresa de Calcuta, “Quien no
vive para servir no sirve para vivir”, y cada jueves va a un hospital de
beneficencia a cuidar de unos ancianos abandonados, de los que nadie sabe su
existencia. Les lava, les habla, les da la merienda, les cambia los pañales, le
da lo más preciado, ocasión de sentirse queridos.
Además de
hacerse voluntaria de Mensajeros de la Paz, cuidando de viejos corazones,
también ha apadrinado una niña de la India, a través de la Fundación Vicente
Ferrer. Dos grandes pasos para una persona sencilla, sin tiempo, sin
posibilidades previas, pero llena de inquietudes que demuestran “estar viva”.
(Fuente: http://blog.nohaytiempoqueperder.org/2007/03/vivir-para-servir.html)
Para PENSAR Y COMPARTIR:
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Esta
persona, que ni siquiera conozco llegó a una conclusión en su vida, ¿Qué te
parece? ¿Conoces a alguna persona así?
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Ahora
dedícate medio minuto a ti, ¿qué puedes hacer tú? A quién conoces que puedas
echar una mano, ¿qué vas a hacer?
¡Buenos días!
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