Hace no mucho tiempo, salió al mercado un nuevo perfume para hombre, llamado “7“. Como muchas otras exquisitas fragancias, su precio es bastante elevado, pero sin duda tiene un olor penetrante y característico. Una vez me dieron un frasquito de muestra, y me encantó (pero se acabó muy pronto, obviamente). Su olor —según los creadores del perfume— mezcla siete elementos. Dijeron que querían darle un toque “espiritual” a este perfume, y por eso incluyeron en la fórmula el incienso. Parece que recordaban las palabras del salmista, y querían que el perfume fuera «como incienso en la presencia de Dios» (Sal 141,2). Y con el “7” le daban también ese aire sagrado, de plenitud, que tiene el número bíblico.
Pero sabemos que hasta el olor del mejor perfume desaparece al cabo de unas horas. Incluso el de este “7“… No penetra en nosotros, sólo se queda en la piel, en la superficie. Es como el perdón que se recibe sin que llegue al fondo de nuestro ser. Como el perdón que se da por cumplir, pero no de corazón. «¿Hasta siete veces tengo que perdonar?», le preguntaba Pedro a Jesús. O lo que es lo mismo: ¿me vale con echarme el perfume? Sabemos que para Dios no vale con “cumplir” siete veces, por muy buena fragancia que desprenda ese “7“.
Cuando se me acabó el frasquito de “7“, compré en Mercadona un perfume más asequible y ordinario, que suelo echarme a diario. Se llama “Como tú”.
Pero sabemos que hasta el olor del mejor perfume desaparece al cabo de unas horas. Incluso el de este “7“… No penetra en nosotros, sólo se queda en la piel, en la superficie. Es como el perdón que se recibe sin que llegue al fondo de nuestro ser. Como el perdón que se da por cumplir, pero no de corazón. «¿Hasta siete veces tengo que perdonar?», le preguntaba Pedro a Jesús. O lo que es lo mismo: ¿me vale con echarme el perfume? Sabemos que para Dios no vale con “cumplir” siete veces, por muy buena fragancia que desprenda ese “7“.
Cuando se me acabó el frasquito de “7“, compré en Mercadona un perfume más asequible y ordinario, que suelo echarme a diario. Se llama “Como tú”.
Para PENSAR Y COMPARTIR:
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Te propongo que hoy, al comenzar este día, escuches la pregunta de
Jesús: «¿no debías tú tener compasión de tu hermano como yo tuve compasión
de ti?».
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Y te propongo que cada día pongas en tu corazón unas gotas de esa fragancia
sencilla y cotidiana: la del perdón y la compasión que se construyen
desde dentro, desde la experiencia de volvernos hacia los demás.
¡Buenos Días!
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